La obcecación como patrón de comportamiento

Estas vacaciones estuve en casa de mis abuelos. Los 4 viven en pueblos del norte de la provincia de León, que no se caracterizan por su «hospitalidad climatológica» en invierno, cierto es.

Me comentaban, unos y otros, que de un tiempo a esta parte ya no tienen párroco al modo en que yo lo conocí. Es decir, un cura que compartían varios pueblos y que daba la misa del domingo y de algunos días por semana. Los rosarios, las novenas y esas cosas quedaban para la «organización de la comunidad».  No era la fórmula ideal para pueblos que habían dispuesto cada cual de su propio cura, disponible en todo momento y a mano para cualquier emergencia, pero aprendieron a conformarse.

El caso es que ahora tampoco tienen párroco compartido. Vienen unas amables monjas que cantan y rezan con los parroquianos, y les acompañan. Porque parece que no hay curas disponibles. No abundan las vocaciones, cosa que se sabe desde hace tiemp0, y mandan a las monjas, que es lo que tienen a mano. Pero a mis abuelos no les parece bien. Las monjas son todo dedicación y empeño pero… ¡no pueden celebrar el sacramento de la eucaristía!. Y lo que quiere la gente de los pueblos es ir a misa, con su consagración, con sus confesiones, con su pack completo vaya.

Y yo me pregunto por qué perseverará la Iglesia Católica,  ante su manifiesta falta de mano de obra masculina para cubrir las necesidades de sus feligreses (sus clientes al fin y al cabo), en su negativa a ordenar mujeres… Si, al fin y al cabo, o al menos en algunas parroquias de León, recurren a ellas para cubrir «sus vergüenzas»…

Cada uno que rece lo que quiera ¿no?

De piedra me quedo, igual que media Europa, cuando leo que en la «civilizada» Suiza ha rechazado en referéndum la construcción de minaretes, símbolo visible de las mezquitas, que son, como todo el mundo sabe, el lugar de culto de quienes profesan la religión musulmana o mahometana.

Parece ser que en la neutral Suiza, que como bien decía hoy Gabilondo en su comentario de las 21.00, deja entrar el dinero provenga de dónde provenga, sin hacer preguntas acerca de su procedencia, ni de su destino, pero no quiere ver sñimbolos que «rompan» su homogeneidad. Y eso la ultraderecha suiza lo ha aprovechado.  Famosa por sus campañas xenófobas y racistas, encarnada en dos formaciones políticas de quienes partió la iniciativa de que se celebrara este referendum, el Partido Democrático de Centro y el Partido Democrático Federal han conseguido azuzar miedos y prejuicios de una manera inesperada. A mí, desde luego, me cuesta reconciliar el concepto de «neutralidad» tan ligado al país Helvético con estos resultados.

Estas deciciones del «soberano pueblo» Suizo han desencadenado una ola de condena en Europa, empezando por la propia Suiza.  Pero sobre todo, ha generado reacciones en el mundo religioso. No es extraño que los musulmanes europeos (sí, hay europeos que son musulmanes y musulmanes que son europeos, cada vez más) se sientan estupefactos… Hay quien dice que agredidos. Mucha gente reflexiona hoy sobre este asunto.

No podía ser de otra manera. El Vaticano también ha condenado este resultado, porque considera que atenta contra la libertad religiosa.

Y ante esto, yo, que no me considero una persona especialmente religiosa, digo que es verdad, que no es bueno ni prohibir ni imponer la fe a nadie. Por una vez voy a estar de acuerdo con el Vaticano, cosa que no acostumbro a hacer.

La religion es una decisión muy personal, y que su ejercicio ni puede imponerse ni puede prohibirse, siempre y cuando se respeten los derechos fundamentales de los demás, también de aquellos que no comparten nuestro credo. Y por eso defiendo que el Estado, y los servicios públicos han de ser NEUTRALES ante el fenómeno religioso, porque esta me parece la única manera de garantizar que cualquier ciudadano pueda ejercer su libertad religiosa, sea cual sea la que ha elegido profesar, o también si no ha decidido profesar ninguna, y eso es especialmente importante en sociedades con las nuestras, cada vez más heterogéneas y más mestizas en lo social y en lo religioso. Ya he hablado de este asunto el agún otro post

Por eso tengo muy claro que no quiero ni cruces ni medias lunas en las instituciones , ni quiero que se prohiba la construcción de iglesias o mezquitas, ni de campanarios ni de minaretes.

Yo hubiera votado que NO en ese referendum.  Porque digo yo… que cada cual rece lo que quiera, o no…

Pañuelos

Sí, es verdad. En el post inmediantamente anterior no he mencionado el pañuelo, el hiyab, el chador. Lo he hecho a propósito. Quiero dedicarle un espacio a parte.

A priori, no estoy a favor de que las mujeres vayan cubiertas, ni las musulmanas, ni las hindúes, ni ninguna otra.Entiendo que hay mujeres emancipadas, educadas, libres, que deciden marcar su procedencia mediante este símbolo, y que su caso puede ser diferente, pero yo tengo una idea bastante concreta de lo que implica que las mujeres vayan cubiertas.

El pañuelo es un signo que trasciende lo religioso. Hablar del pañuelo implica hablar de los derechos de la mujer y de su dignidad. Ir cubierta es signo de sumisión, de obediencia, de discreción. Todos «deberes» de una mujer invisible y sin derechos.  Y no es una característica exclusiva del Islam, no. Hasta hace bien poco, las católicas asistían «con velo» a misa, y se les imponía la obligación de llevar manga larga y media tupida en cualquier estación, para guardar el decoro debido. Es, desde luego, una fórmula menos gravosa, pero todavía quedan abuelas en la España profunda que llevan un pañuelo negro a la cabeza. Muchos trajes regionales incluyen ese elemento, que hoy es meramente folclórico, pero que formó parte de la indumentaria habitual de las mujeres, y algunas órdenes religiosas imponen la «toca» a las mujeres que forman parte de ella.

Ahí ha estado, hasta hace nada, ese deber de ir cubierta, recordando y señalando una postura diferente de la mujer en la sociedad, conjurando los peligros y pecados que la «hembra» suscita y genera por el mero hecho de serlo, de mostrarse. Mostrando de miles formas y con algunas más visibles, ese pecado original que cometió Eva y que nos ha convertido en sospechosas y culpables históricas del mal, al menos en las 3 religiones que beben de ese origen: el cristianismo, el islam y el judaísmo, y que deriva en prácticas deleznables como la ablación o las lapidaciones, que tienen su origen, simplificadamente, en la consideración de la mujer como un ser inferior, sin derechos: un objeto.

Las niñas no pueden ir a clase cubiertas, ni pueden dejar de hacer gimnasia, del mismo modo que no cabe objetar a educación para la ciudadanía, ni a biología ni a historia, por poner algunos ejemplos. No podemos aceptar como símbolos culturales aquellos que «marcan» o discriminan a un género por el mero hecho de serlo.

¿Estaré equivocada? De momento, yo creo que no… pero el debate está servido. Y como muestra dejo un enlace para «la polémica»

Símbolos….

Hace pocos días se hizo pública una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sobre el caso Lautsi contra Italia por la presencia obligatoria de Crucifijos en las aulas. El Tribunal Europeo nos dijo que según su criterio, lo suyo es que en las aulas europeas no se exhiban símbolos religiosos.

Sobra decir la escandalera que se armó de manera inmediata en cuanto se conoció el contenido de la sentencia. No esperábamos menos. La Iglesia reclama un «derecho» sobre la base de que estamos ante un símbolo cultural, que recuerda nuestra historia y a nadie ofende. Yo me considero cristiana, pero heredera también de una riqueza cultural que como europea y española me es propia y que tiene su raíz en el Islam, que estuvo presente y formó parte de la historia de España y Portugal, durante 8 siglos. A mí no me ofende el crucifijo, pero existen minorías a las que sí les puede ofender, o que sin ofenderles reclamarían el mismo derecho para otros símbolos religiosos que sí que sean los suyos; un budha, una media luna…  Estamos llegando a un punto en el que os estamos todos, o no está ninguno. No quiero imaginar las reacciones iracundas de quienes excomulgan, amenazan con el infierno, niegan la comunión, etc, etc. si se les comunicara la colocación de alguno de esos símbolos religiosos en las aulas.

Me explico. En mi opinión el estado, las instituciones todas que en el caso español han de comprender a las comunidades autónomas, que en virtud de l traspaso de competencias hoy gestionan una parte muy importante de las políticas y las acciones con las que los ciudadanos tropezamos todos los días, deben asegurar la netrualidad sobre la base de la cual nadie se sienta ofendido, ni la mayoría ni las minorías. Defiendo el modelo francés, en el que ningún tipo de simbología religiosa está permitida en el ámbito público.

Es decir todas las personas que formen parte de ese ámbito público (profesorado, personal médico y sanitario, ejército y cuerpos y fuerzas de seguridad , funcionariado al uso, cuerpo diplomático, judicatura) así como los espacios en los que desarrollen sus tareas deberían estar totalmente desprovistos de cualquier tipo de símbolo religioso: ni cruces, ni quipas,  ni turbantes… Nada. Lo mismo habría de aplicarse a aquellos que representan a ciudadanos en el ámbito público: concejales, abogados, procuradores, etc.

Cada cual en su casa, o en el ejercicio de sus actividades, las que no interfieran en la esfera pública es libre, totalmente libre, para profesar el credo que le parezca mejor, y vestirse de acuerdo con ese credo.

Soy perfectamente consciente de que, en primer lugar, habrá quien me tache de radical, pero estoy abierta a intercambiar ideas, y a debatir. Reconozco que en esta, como en otras tantas cosas,  puedo estar equivocada.

Sé también que esta no es la situación actual en España. Los cargos públicos de mi gobierno, por ejemplo, han prometido o jurado sus cargos ante una cruz. Ni el Ministerio de Educación tiene de momento planeado retirar de manera generalizada las cruces de las aulas. Tengo la esperanza que la reforma de la ley de Libertad Religiosa que ahora se empieza a discutir contemple estos temas. Me gustaría que la derecha española, que tanto gusta de mirar a Sarkozy, estuviera a la altura de las circunstancias y estudiase bien ese modelo, y los debates sociales que existen desde hace años en el país galo.

Por suerte o por desgracia en España el debate empieza a producirse ahora, y tenemos otras experiencias europeas sobre las que aprender qué cosas derivan en errores.

¿Es esto una postura radicalmente laicista? Puede, yo la llamo de NEUTRALIDAD de la cosa pública hacia una sociedad que cada vez es más mixta, menos homogénea, y más mestiza.  Responder y servir a esa sociedad, de la manera más adecuada posible, es un deber principal de quien gestiona lo público.

La neutralidad… no debería herir a nadie. Pero estoy segura de que las reacciones de los colectivos ligados a la Iglesia Católica, liderados por ésta se rasgarían las vestiduras… y la vez, tal vez, condenen a turbante sin reparos, sin darse cuenta de que símbolos lo son los de todas las religiones, y las mayorías religiosas, ya no son lo que eran.