Colombia…

Colombia es un país complejo. En 4 días no te da tiempo a adquirir un conocimiento profundo, pero sí a entender algunas cosas. Sobre a todo a tener claro que merecería la pena volver y conocerlo mejor.

Tuve la suerte de asistir a reuniones con el Presidente Uribe y sus ministros de Exteriores e Interior, con el candidato del Partido de la U- previsiblemente el próximo Presidente de Colombia una vez que el Constitucional ha descartado la posibilidad de que Uribe se presente una tercera vez-, con el presidente del Partido Conservador, con el candidato del Partido Liberal, y la candidata a vicepresidenta del Polo Democrático.

¿Qué conclusiones saqué? Voy a tratar de dar 4 pinceladas.

1. El Presidente Uribe es querido por los colombianos. Cuando se les preguntó si querrían que Uribe se presentara una tercera vez, el 50% dijo que sí. Cuando se les preguntó que si Uribe se volviera a presentar a quién votarían, el 80%  dijo que a Uribe. No es un dato nada despreciable. No se forzó la máquina para que pudiera volver a presentarse. Y eso es un dato positivo.

2. Lo más llamativo de estas elecciones fue que no hubo atentados exitosos, ni secuestros, ni quema de colegios, urnas o similares. Todas las misiones de observación, incluída la de la OEA subrayamos ese hecho. Este año los colombianos pudieron ejercer su derecho al voto con más libertad que hace 4 años, y que hace 8. Desde fuera discutiremos ese concepto de «seguridad democrática», pero internamente se considera un éxito (el Polo dixit).

3. El hecho anterior permite poner el foco en otros problemas que, sin ser menores, quedaban eclipsados por el elemento de la seguridad: compra de voto, suplantación de voto, privacidad del votante, dificultad para ejercer el derecho al voto, puntos oscuros del sistema etc… El informe de la OEA es bastante esclarecedor

Dentro de este punto tercero, desde mi experiencia personal, de un día de observación electoral en Bogotá -y sólo en Bogotá-, me llamaron la atención algunas cosas.

La seguridad en los colegios electorales. No sé si llamarla extrema, pero desde luego sí que muy alta. El control por parte de la policía a la entrada de los colegios era exhaustivo, y la presencia de fuerzas de seguridad dentro de los mismos era grande.

La organización de los colegios era bastante diferente de la nuestra. Los colegios agrupaban muchísimas mesas. Y en las mesas sólo había los miembros de la misma elegidos por sorteo. Ni rastro de figuras como el interventor o apoderado. La privacidad en las cabinas era bastante escasa.

La gente no sabía votar… Al menos la gente mayor encontraba el sistema absolutamente endemoniado… ¿Por qué? Pues porque el sistema de voto preferente resulta complejo. En la papeleta encuentras, en cabecera el listado de todos los partidos que concurren,  que debes señalarde el de tu elección, y debajo, una serie de números. Sin nombres, sin fotos. Debes recordar el nº de los candidatos de ese partido que tú quieres votar. Hubo un 10,4% de voto nulo, y no fue voto de castigo… Fue un desastre colectivo de gente que no supo cómo votar.

Este sistema de listas abiertas o preferenciales, trae consigo otro problema muy grave: la financiación de las campañas. Como cada candidato debe financiarse su campaña, para presentarte o tienes fortuna personal, o has de conseguir el diner por tus propios medios. En un país como Colombia, con graves problemas de narcotráfico, guerrilla y paramilitarismo ese asunto se convierte en peliagudo, pues la financiación puede provenir de fuentes poco claras, y es opinión generalizada que ese es un problema al que poner coto de manera inmediata si no se quiere que evolucione y vaya a mayores. El partido del PIN (Partido de Integración Nacional) es acusado de tener orígenes paramilitares y fuentes de financiación oscuras.

En Colombia existe un sistema de primarias bien particular… Cuando en un partido no se elige el candidato por consenso, someten la elección a primarias. ¿Y quién vota en esas primarias? Pues todo el que quiera, incluídos los afiliados de otros partidos, que, obviamente, aprovechan la ocasión para desestabilizar al contrario, e «indican» a sus afiliados qué candidato/a es el más conveniente para su propio éxito. Una locura, en mi modesta opinión.

Todos estos problemas del sistema, sin embargo, están bien detectados por todos los partidos grandes, con quienes nos entrevistamos, y parece que las soluciones pueden venir en camino: listas cerradas, financiación 100% pública de las campañas, a través de los partidos, primarias internas en los partidos, y seguir reforzando la seguridad para permitir un ejercicio del voto libre.

Alguien me preguntaba el otro día que a quién habría votado yo… Desde luego he de decantarme por un partido, porque no conozco candidatos ni vi campañas más allá de «una foto, una frase, un número» que según nos dijeron es en lo que consiste la campaña de las legislativas, con más de 800 candidatos entre los que elegir. Hubiera estado entre el Partido Liberal y el Polo Democrático. Vamos, que hubiera votado a la parte perdedora, porque la derecha, señoras y señores, arrasa en la Colombia de Uribe, y el concepto de la «seguridad democrática» se ha impuesto como un mantra nacional.

Turquía… as usual

Hola!
Vuelvo, para dejaros un artículo para la reflexión. Hoy, casualidades de la vida, compartí almuerzo con su autor José Ignacio Torreblanca. Muy simpático, y su lectura, muy recomendable.

Al margen de esta coincidencia, os dejo el artículo porque ya sabéis… el asunto de la candidatura de Turquía a la UE siempre me ha despertado interés. Esta vez no iba a ser una excepción. ¿No es muy triste que Tuquía haya perdido la fe en la UE?

En inglés se utiliza la expresión «sentir frío en los pies» (cold feet) para describir aquellas situaciones en las que nos invaden las dudas justo en el último minuto. Para los anglosajones, es la comezón que asalta a los actores antes de salir al escenario o a algunas parejas antes de pronunciar el «sí, quiero». Para los castizos, viene a ser la suerte taurina llamada espantá o, más técnicamente, «precipitarse hacia el burladero como alma que lleva el diablo».

Es también lo que le pasa a la UE con Turquía. Sesenta años después de que Turquía se convirtiera en miembro fundador del Consejo de Europa, todavía discutimos su europeidad. En 1963, en 1987, en 1999 y en 2005, es decir, en todas y cada una de las ocasiones que la UE ha tenido que manifestarse al respecto, ha confirmado que Turquía es elegible para ser miembro. Es más, la decisión de abrir las negociaciones de adhesión se tomó por unanimidad de los 25 asistentes al Consejo Europeo de diciembre de 2004 y fue refrendada por 407 votos a favor (y 202 en contra) en el Parlamento Europeo. Y sin embargo, como señala el reciente informe de la Comisión Independiente sobre Turquía, de la cual forman parte Martti Ahtisaari, Emma Bonino, Anthony Giddens, Michel Rocard y el español Marcelino Oreja, desde que comenzaran las negociaciones de adhesión en 2005, la UE y Turquía se han encerrado en un círculo vicioso de sospecha y desconfianza mutua.

Por un lado, la UE ha entrado en una aguda fase de introspección y dudas acerca de sí misma. Erróneamente, ha achacado todos los males relativos al fallido proceso de elaboración y ratificación de la Constitución Europea a los procesos de ampliación a los nuevos miembros de Europa central y oriental, prefiriendo concentrarse (en realidad, consolarse) con lo que algunos han denominado «una fase de consolidación». Pero detrás de esta retórica se esconde una realidad mucho más incómoda: que la llegada al poder de Nicolas Sarkozy y Angela Merkel en Francia y Alemania ha supuesto un giro de 180 grados en la política europea hacia Turquía. Frente a la posición de sus predecesores (Chirac y Schröder), ambos líderes han dejado claro en numerosas ocasiones su oposición a la adhesión de Turquía, prefiriendo en su lugar ofrecer a Ankara una «relación privilegiada». Pies fríos a este lado.

Por otro lado, en Turquía, la vocación europea flaquea como consecuencia de los continuos desplantes y desprecios de Bruselas. Contra todo pronóstico, los islamistas moderados de Erdogan adoptaron en un breve periodo de tiempo hasta 10 reformas constitucionales que buscaban alinear la Constitución turca con los requerimientos de la UE. Pero ante la falta de avance del proceso de negociación con la UE (en cuatro años sólo se ha cerrado un capítulo de los 35 de los que consta la negociación), la parte turca también ha perdido la fe en la UE. El resultado es sumamente preocupante: al comienzo, los islamistas moderados pensaron que la adhesión a la UE les ayudaría a consolidar su poder frente al Ejército y los partidos laicos. Hoy, sin embargo, los islamistas están consolidando su poder y buscando su institucionalización mediante métodos más ortodoxos (el control de los aparatos del Estado, el hostigamiento a los medios de comunicación críticos y la afirmación de los valores religiosos frente a las libertades públicas). Pies fríos también por allí, donde, según las encuestas, sólo el 30% de los turcos se siente europeo.

El resultado es que Turquía y la UE, en lugar de converger, se están alejando progresivamente debido a este círculo vicioso en el que la falta de incentivos debilita las reformas, lo que a su vez aleja a Turquía de la UE, y así sucesivamente. Se trata, en definitiva, de una profecía autocumplida: en 2004, un 73% de los turcos quería la adhesión; hoy sólo la apoya un 47%. Pero, reveladoramente, dos de cada tres turcos piensan que su país no logrará nunca ser miembro. Y a este lado, las cosas no tienen mejor aspecto, pues los europeos están mayoritariamente en contra de la adhesión, a razón de dos de cada tres en contra y sólo uno de cada tres a favor.

Que nadie cree que las negociaciones vayan a llegar a buen puerto es un secreto a voces en Bruselas. Y si nadie tira la toalla y rompe la baraja es porque ambas partes esperan que sea el contrario el que lo haga primero para así no tener que asumir los costes de haberse vuelto atrás. La adhesión de Turquía era un proyecto de la élite europea y de una minoría cosmopolita, pero la élite se ha echado atrás. Recomponer las relaciones después de semejante espantá será muy difícil.

Tolerancia cero es tolerancia CERO

Estos días, si te das un paseo por las redes sociales vas a encontrar varios temas de debate «encendido», entre personas no vinculadas a la política activa o a la militancia. Yo siempre he dicho que política se hace de muchas maneras 😉

Uno de los debates es el que suscitó la aparición de la foto de las hijas de Zapatero, y el descubrimiento de su tendencia «gótica» (whatever).

Pero hay otro que me ha llamado más la atención.

Resulta que hace 30 años un señor cometió, presuntamente, un delito. Mantuvo relaciones sexuales con una menor de 13 años. En un principio, esas relaciones se denuciaron como violación lograda a través del suministro de drogas a la víctima. Más tarde, se dejó de hablar de violación. No obstante el señor que presuntamente cometió el delito admitió que había mantenido relaciones ilegales, puesto que la chica tenía una edad por debajo de la cual no se le supone capacidad para consentir relaciones sexuales. En España esa edad de consentimiento para las relaciones sexuales se fija en los 14 años. Podemos debatir si es una edad adecuada o no,  pero una vez que se establece un límite, éste es aplicable para todo el mundo. Estamos hablando de defender la integridad de los menores, y ahí no valen medias tintas.

El presunto autor del delito lleva 30 años huido de la justicia. Parece ser que de acuerdo con la legislación del país donde cometió el delito ese tiempo no es suficiente para que el delito prescriba. Parece ser también que, al ser la víctima menor en el momento de la comisión de delito,  el estado mantiene la acusación aunque la víctima haya retirado la denuncia. Estamos, otra vez, ante una mera cuestión de protección de la menor.

Esta semana van y detienen al señor que presuntamente cometió el delito. Mantuvo una relación con una persona menor para consentir la misma. Si estuviéramos hablando, pongamos un ejemplo, de un profesor que se enamora de su alumna y mantiene relaciones con ella, seguramente seríamos rápidos al responder que ese señor debe ir a la cárcel. Poco importa si el amor es verdadero y correspondido. Si el menor no tiene edad para consentir, el adulto ha de asumir la responsabilidad. Se le llamaría incluso pederasta. Bien. Esos casos han trascendido a los medios de comunicación en alguna ocasión, y parece que la opinión de la gente es bastante unánime…

Pero… resulta que el señor que presuntamente cometió ese delito, es un genio del cine. Un personaje con una vida tormentosa y atormentada. Hablamos de Roman Polanski.  Ahí la reacción cambia.  Leo con estupor frases del tipo «FREE POLANSKI», o excusas con respecto a su comportamiento que es altamente reprochable (menor, 13 años, drogada, mantenía una relación laboral en la que él era el jerárquicamente superior). Tengo la impresión de que se aplica una vara de medir distinta en este caso. Incluso Francia está mediando para lograr su liberación inmediata…

Reconozco que me documentado para escribir este post en artículos periodísticos, y en un buceo por la red.  No soy una experta en el sistema jurído de USA, ni en la vida de Roman Polanski, pero considero que si sobre él pesa una acusación no prescrita, el Sr. Polanski debe acudir ante la justicia y defenderse de los cargos que se le imputan. Si no se logra demostrar su culpabilidad saldrá como entró. O si ya ha sido declarado culpable y ha de ir a recibir la condena correspondiente, con más razón. Pero no entiendo por qué él debe evitar pasar por ese mal trago. ¿ O es que los genios, los artistas… tienen patente de corso y derecho de pernada? Pues no señores. Ante estos comportamientos la tolerancia ha de ser cero. Cero con tu vecino, cero con tus familiares, cero con tus compañeros de trabajo… Cero es cero, y en cero no entra el Sr. Polanski.

Ps: Os dejo un enlace de un artículo del periódico «El País» que hace un análisis jurídico. «una explicación legal»