Durante los meses pasados, y coincidiendo especialmente con la campaña electoral de las elecciones europeas, vivimos un intenso debate político y social sobre la capacidad de las personas de 16 años para decidir sobre su maternidad. El PP, y la jerarquía católica, y algunas otras voces, negaban la capacidad de “esas niñas” para tomar una decisión tan traumática, porque “son menores, y no pueden ser tratadas como adultos”, pese a que esas mismas niñas tienen capacidad total para consentir mantener las relaciones sexuales que originan ese embarazo. Uno puede no estar de acuerdo, como es mi caso, pero “comprender” incluso un afán de protección a los menores de edad un tanto exagerado que parecía un rasgo definitorio del paquete ideológico de la derecha española.
Ahora surge otra polémica distinta relacionada con los menores. Han tenido lugar dos hechos mucho más que tenebrosos: la violación de dos menores por parte de otros menores en un espacio de pocos días. Tan menores eran los violadores (13 años) que no son “IMPUTABLES” (un término muy a la moda en según qué círculos estos días), es decir, no asumen responsabilidad alguna por sus actos. El PP propone que se rebaje la edad de la responsabilidad penal de los menores. Como la actualidad manda en sus propuestas, y en este caso los menores denunciados por violación tienen 13 años, pues proponen esa edad. Viva la demagogia.
Pero en qué quedamos… los “niños”, los “menores pueden o no pueden ser tratados como adultos porque no lo son”…
No es serio legislar a golpe de evento. Lo que debe llevarnos a una reflexión profunda y a tomar medidas de calado y con capacidad de transformar es pensar cómo unos chicos de 13 y 14 años pueden llegar a violar a otra chica de su edad. ¿Es sana la sociedad en qué vivimos? ¿Dónde está el fallo, que por cierto, es colectivo? ¿Son hechos aislados –muy desgraciados, tremendos para las dos víctimas que sufren un trauma tan doloroso a una edad tan joven- o no? Y si no lo son, ¿cómo se debe actuar para prevenir este tipo de conductas? ¿Pasa la solución por endurecer la ley del menor o por re-educar a esos chavales que en algún punto de su corta trayectoria se perdieron? ¿Son rescatables/ reeducables o sencillamente son condenables?
Esas son las preguntas que debe hacerse alguien con un interés “normal” por solucionar los problemas que surgen. Toda la solidaridad con las víctimas, como mujer, como persona. Y a los pequeños delincuentes… que se les apliquen las leyes que les son aplicables con severidad. Y pensemos cómo estamos educando a nuestros niños… La demagogia, dejémosla para comparar trajes con anchoas, por favor.