Hace no mucho leí que suele llegar un momento en el que la vida deja de darte cosas y empieza a quitarte algunas.
No pensaba yo entonces que iba a hacer mía esa reflexión, no al menos tan pronto.
Disfrutar de tus abuelos durante mucho tiempo te brinda muchas satisfacciones, sus experiencias, que comparten contigo, te llenan la vida y te ayudan a andar tu camino, a tener puntos de referencia, a tener más manos a las que agarrarte, a tener más hombros en los que apoyarte, sabios, fuertes, de una lealtad inquebrantable. Así son ellos.
Quizás por eso, caes en la tentación de pensar que tus abuelos serán eternos. Que el tiempo no vendrá a pedirles explicaciones a ellos, porque forman parte de tu historia y de tu presente, y porque no te planteas que no vayan a estar ahí mañana, como siempre, en tu futuro. Yo he tenido esa suerte inmensa, y confieso haber caído en esa tentación.
Pero el tiempo llega, y no perdona tampoco a los tuyos. Y llama a su puerta y, sin más, un día ya no están.
Tristeza. Vértigo. Vacío. No por previsto duele menos.
Sí, la vida se te lleva un trozo de algo que es tuyo y te deja un hueco que, de tan grande que es, te asusta. Es un hueco que intentarás llenar con los recuerdos, con el cariño, con los momentos pasados, con la lógica pura que él aplicaba a la vida…Es la ausencia que, pese a todo, duele, que te golpea. Es esa ausencia que se convierte, desde ahora, en otra compañera en tu viaje por la vida, es ese hueco que te deja la vida cuando se lleva algo que quieres.
Mi abuelo Amador se nos marchó, como era él, sin un ruido, sin una palabra de más, ni tampoco de menos. Es difícil asumir que no estará ahí, donde siempre, fuerte, tenaz, inteligente, extraordinario, leal… Como todos los padres, como todos los abuelos.
Los recuerdos se te agolpan en los ojos en forma de lágrimas, y te aprietan la cabeza. Pero cuando los abres ves que a ese hombre extraordinario, que luchó la vida desde el principio hasta el final, con toda la dureza que le tocó, y que no fue poca, que ese hombre sabio, y a la vez callado, afable y tenaz, ese hombre que fue tu abuelo, no solo era maravilloso para ti, y para los tuyos, era un hombre querido, bueno, admirado, de esos que dejan huella.
Y tras sus huellas seguiremos andando nosotros, su mujer, la mujer de su vida, sus 8 hijos, sus 10 nietos, sus 6 biznietos… y todos los que tanto le querían que han sentido con nosotros, en estos días, que la vida se les llevó un cachito, y que han de aprender a caminar con su ausencia.
Gracias por haberte tenido, abuelo. Seguiremos adelante, fuertes, enteros, como tú eras, como tú nos querías.
Te quiere, Laura.